En los últimos tiempos, dado su afán ilimitado de ganancias, no sólo la mujer sino también el hombre ha sido puesto en la mira de las compañías y ahora existe un estilo de moda que los hombres deben tratar de imitar e infinidad de productos que los pueden ayudar a conseguirlo. Para comprobar esto solamente basta con hojear las páginas de una revista y observar como todos los modelos masculinos tienen un aire común, el mismo que tienen los personajes de los programas televisivos.
Aunque no tanto como para mujeres, existen infinidad de productos cosméticos que prometen ayudar al hombre en la tarea de seducir a la mujer o que aseguran reforzar la imagen del ejecutivo para así permitirle ascender más rápidamente en la escala corporativa. Hasta las clínicas de cirugía estética han vuelto también su atención al sexo masculino y ahora los hombres recurren en pie de igualdad al bisturí del cirujano para eliminar las arrugas que delatan la edad o los antiestéticos "rollitos."
Teniendo todo esto en cuenta, no es raro que la persona común que no tiene una fortuna para comprar productos que la mejoren o para hacerse las cirugías necesarias, o que tiene características que ni aún de esa manera se pueden modificar, se encuentre enojada contra esas características que, supuestamente, le restan posibilidades de ser feliz.
Si esa es tu situación, debes aprender a desembarazarte de ese sentimiento de frustración atribuyéndolo a su verdadera causa, la cual no es que seas defectuoso de nacimiento, sino que te comparas con un ideal que no tiene nada de sagrado ni de eterno, y que en cambio es una cosa comercial y del momento. Además, si miras a tu alrededor, verás que la mayoría de las personas no cumplen ese ideal que se promociona desde las revistas y la televisión, sin que ello le impida llevar una vida normal y feliz dentro de sus posibilidades.
La inmensa mayoría de las personas que podemos encontrar en el curso de nuestras actividades (si es que no nos movemos dentro del ámbito de los diseñadores de ropa) están muy lejos de cumplir el ideal que los medios de comunicación persisten en vendernos cómo lo que tendríamos que ser. No por eso se puede ver a esa cantidad de personas sollozando y guardando duelo por no poder hacer de modelo para la tapa de una revista.
Otro factor que contribuye a la infelicidad de la persona, pero en menor medida, es la insatisfacción con algún aspecto de su personalidad o de su mente. Cada uno de nosotros viene al mundo con una cierta personalidad y con una cierta capacidad mental. La mayoría está contenta con lo que ha recibido porque la sociedad no pone mayor énfasis en estos aspectos, aunque esto difiere de una sociedad a otra. Existen personas, sin embargo, a las que les gustaría ser de otra manera o ser más inteligentes. Mientras que la inteligencia de la persona no se puede modificar (cada uno tiene que arreglarse con lo que tiene), hay aspectos de la personalidad que se pueden cambiar y otros que no. En eso consiste justamente la superación personal: en tratar de cambiar aquello que puede ser cambiado y aprender a vivir con lo que no puede serlo.
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