El sentimiento de culpa es algo que te puede estropear los mejores momentos y su erradicación demandará un gran esfuerzo de tu parte. Lo principal en este tema es aprender a distinguir cuándo y de qué debes sentirte legítimamente culpable, y qué debes hacer en ese caso.
Una cosa que debe quedar en claro es que el sentimiento de culpa, sea procedente o no, no soluciona nada por sí mismo. Si yo hice algo de lo que debo arrepentirme, por más culpable que me sienta y por más tiempo que arrastre ese sentimiento, el acto indebido va a seguir siéndolo y nada se va a adelantar en cuando a subsanarlo. De aquí se deduce que el sentimiento de culpa, sea correcto o no, es siempre inútil. Su única función es inducirme a hacer algo para corregir lo mal hecho. Si no tengo intenciones de corregirme o esta corrección es imposible, es inútil sentirme culpable.
En los casos en que realmente tenga razones para sentirme culpable, por ejemplo si he perjudicado indebidamente a otra persona, y lo que he hecho puede ser rectificado, lo que debo hacer es llevar a cabo esa rectificación. Una vez que haya hecho lo posible para solucionar el tema, el sentimiento de culpa desaparecerá por sí solo. Si me siento culpable por haber tratado mal a alguien y esa persona no está disponible para pedirle disculpa, sea porque haya muerto o por otra causa, lo que debo hacer es olvidarme del asunto porque no tiene solución.
La facilidad que tenemos los humanos para sentirnos culpables es utilizada por algunas personas para obtener control sobre otras. Este procedimiento es nocivo, pero por desgracia muy común. Funciona de la siguiente manera: la persona A quiere que la persona B haga algo. Para conseguirlo se las arregla para que B se sienta culpable si no hace lo que A quiere. Esta conducta errónea generalmente se aprende en la familia.
Por ejemplo, hay padres que, con la excusa de que no quieren imponer su autoridad a los hijos, recurren a este método para tenerlos bajo control. El padre o la madre acusan a los hijos de ser los causantes de su infelicidad, de su enfermedad o de su muerte, si los hijos no hacen lo que los padres quieren. Esto ocurre normalmente durante la infancia pero puede continuar hasta que los hijos sean adultos.
Los niños pueden utilizar esta herramienta en contra de sus padres, haciéndoles sentir culpables si no les compran un juguete o una ropa que supuestamente todos los otros niños tienen, o si no les dejan asistir a una fiesta a la que "todos los chicos van" y que los padres juzgan inconveniente. También puede ser utilizada por el marido en contra de la esposa o a la inversa. Es una conducta nociva que genera resentimiento en la parte obligada a hacer lo que la otra quiere.
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