Las personas que regularmente dan rienda suelta a su ira no sacan la cuenta del deterioro en la calidad de vida que esto les ocasiona. No tienen idea del cambio que representaría el hecho de buscar otra manera de solucionar sus problemas. En los casos en los que se llegan a dar cuenta de que hay otras personas que viven mejor, atribuyen la diferencia no a su propio comportamiento, sino a las acciones de los demás.
Muchas personas han crecido en familias donde la ira era lo común y no conocen otro estilo de vida. Estas personas no se dan cuenta de que es posible vivir mejor porque nunca han vivido de otra manera. Si alguien alguna vez le observa a una de esas personas: "Pero fíjate en Santiago, cómo puede vivir sin estar todo el día gritando," contestarán que el otro tiene la suerte de que no estén todo el día sacándolo de sus casillas.
La ira trae normalmente consecuencias nefastas para las relaciones personales. Las personas no se llevan mejor porque una de ellas descargue su ira en las otras. Si tienes que convivir con otras personas en un ambiente laboral, seguramente la mejor manera de hacerlo no es estar enojado con esas otras personas. Trabajar en esas condiciones es contraproducente para tu bienestar.
Por otro lado, si tu problema es que no te ascendieron, enojarte tal vez no sea la mejor manera de solucionar el problema y puede incluso disminuir la posibilidad de que te asciendan en el futuro. La ira puede impedirte pensar en maneras efectivas de encarar el problema. Una actitud serena te permite encarar formas constructivas de resolver la situación o de lograr que no se repita en el futuro.
Cuando la persona se permite ser presa de la ira, puede recurrir a agresiones verbales como insultar, ridiculizar o tratar sarcásticamente. Incluso puede llegar a la violencia física tirando objetos o propinando golpes. Algunos apelan a no hablar con la persona objeto de su rencor, como una manera de desconocer su existencia. Si llegas a estos extremos, es muy difícil que encuentres alguien que quiera prestarte ayuda en la situación que te molesta.
Plantear tu disconformidad de forma educada y amable es un recurso con posibilidades de conseguir un resultado favorable. Como éste no es un mundo perfecto, en ocasiones tendrás que reforzar tu pedido apartándote de la perfecta urbanidad, para subrayar la importancia que le das al asunto. Pero, aunque tengas que levantar la voz para hacerte valer, lo importante es no dejar que el enojo tome el control de tu conducta.
Recuerda siempre que enojándote con los demás no los vas a hacer cambiar. Si la otra persona es lenta, desordenada, conduce mal el automóvil, se desempeña mal como miembro del equipo, no vas a conseguir que cambie gritándole e insultándole. Menores resultados aún vas a conseguir con factores impersonales como el clima, el gobierno o la situación económica.
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