La superación personal empieza por la aceptación de sí mismo, reconociéndose tal como uno es con sus virtudes y sus defectos. Entre lo que debes reconocer, renunciando a cualquier ilusión que puedas haber tenido, es que eres un ser humano y que, como tal, estás expuesto a equivocarte y a cometer errores.
Debes evitar ser arrogante y pretender la infalibilidad. Así como no exiges a los demás la infalibilidad, tampoco te crees a ti mismo infalible ni dueño de la verdad. Reconocer a los demás el derecho a decidir su propio destino implica renunciar a hacer proselitismo y a tratar de que todos piensen de la misma manera.
Esta actitud suele ser mal comprendida, dado que la persona común quiere que la convenzan porque rechaza el esfuerzo que representa pensar por sí misma. Prefiere dejar que los padres, los maestros, los políticos, los publicistas, le digan lo que tiene que pensar para así evitarse el trabajo de encontrarlo por su cuenta.
Esa persona común, que no piensa por su cuenta, es usualmente una persona fanática, en el sentido de que no admite que otros piensen en forma diferente. Ello es así porque, al someterse a que los demás le digan qué tiene que pensar, ha sacrificado su libertad de elegir. Para que tal sacrificio tenga sentido, tiene que negar que exista otra verdad que aquella que le han dado.
Una persona así, al encontrarse con alguien que tiene una opinión distinta que la suya, tratará de conquistarla para su bando de cualquier manera que sea. Dado que ésa es su manera de ser, le resultará incomprensible que alguien que piense distinto no haga lo mismo con ella. Por eso, cuando se encuentra con una persona que no obra así le resulta difícil comprenderla.
Si no tratas de convencer a los demás y no tienes inconveniente en reconocer tus errores, no necesitas encumbrarse en una posición de infalibilidad para poder captar adeptos. Incluso rechazarás la palabra "adepto" porque se suele usar en el sentido de alguien que adhiere a la posición de otro sin hacer un análisis propio.
Las personas que creen que aceptar los propios errores rebaja la estatura de la persona son justamente aquellos que buscan adeptos que crean incondicionalmente lo que se les dice. No pueden comprender al individuo al que sólo le interesa su propia opinión y no la opinión de los demás. A éste individuo no hay nada que le impida reconocer que se ha equivocado, ya que no le importa lo que los demás piensen.
Cuando uno busca su propia verdad y no se deja convencer por lo que los otros dicen (aunque puede aceptarlo si le parece adecuado), reconoce a los demás el mismo derecho. Esto forma parte del principio de tratar a los otros como quisieras que los otros te traten a ti mismo. Así como yo me doy el derecho de opinar de manera diferente a los demás, les reconozco a los demás el derecho a opinar de manera diferente a la mía.
La consecuencia de esto es la humildad, teniendo bien en claro que, al contrario de lo suele entenderse, no es lo mismo humildad que obsecuencia y sumisión. Ser humilde no significa arrodillarse ante nadie, sino reconocerse como un ser humano con todas sus imperfecciones, reconocimiento que justamente es lo que le impide considerarse mejor que los otros y con derecho a imponer su propia verdad.
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